Tony Webster y su pandilla conocieron a Adrian en el instituto.
Hambrientos de sexo y literatura, atravesaron juntos la adolescencia y se
prometieron seguir siendo amigos para siempre. Pero cuando la vida de Adrian dio
un vuelco trágico, todos, especialmente Tony, miraron hacia otro lado, se
alejaron. Ahora Tony vive solo en un pacífico y próspero retiro, tras una vida
opaca que poco tiene que ver con la que fantaseaba en su juventud. Y un día
recibe una carta de un abogado: Sarah Ford, la madre de Veronica, su primera
novia, le ha legado quinientas libras y un sobre con un manuscrito. Le entregan
el dinero y una carta de Sarah, pero el manuscrito nunca llega. Y Tony averigua
que son los diarios de Adrian, que ahora están en manos de Veronica y no piensa
entregárselos.
Tenemos ante nosotros al premio
Man Booker del año 2011, un prestigioso galardón anual que se otorga a novelas
que ya hayan sido publicadas y escritas por autores o autoras nacidas en Gran
Bretaña o en algún país de la Commonwealth. Soy bastante escéptico en lo que a
premios literarios se refiere, sin embargo este cuenta con una característica
que me gusta, y es que los libros candidatos ya han sido publicados, por lo que
el gran público ha podido ya degustar esas letras, y hacerse una idea del
nivel.
Otra razón que me ha llevado a
leer esta obra fue, que partiendo de la base que el nivel de este premio es
alto, y considerando que uno de los libros candidatos del pasado año fue “El
insólito peregrinaje de Harold Fry”, por una sencilla regla de tres el ganador
del año anterior sería digno de lectura.
Y efectivamente es digno de
lectura, sin embargo mantengo que el insólito peregrinaje de Harold Fry me
gustó más, pero no voy a entrar en comparaciones ya que la naturaleza de ambos
libros hace de una posible comparación algo inimaginable.
Siempre me han gustado, o casi
siempre, las novelas con un extenso recorrido en el tiempo, en las cuales
exista una evolución en los personajes y que poco a poco vayan modelando sus
caracteres a través de los giros de la vida. Y lo que un día era negro al
siguiente fue gris, para terminar siendo verde. Y El sentido de un final cumple
esto a rajatabla con la salvedad que existe un gran periodo de tiempo que
saltamos, pero no se alarmen, para eso tenemos a nuestro protagonista Tony
Webster o Anthony, no me quedo muy claro como quiere que le llamen, que nos
facilita la comprensión del argumento a través de pequeños flashback en el
relato.
A raíz de la lectura de esta
novela me he dado cuenta de un aspecto curioso, que últimamente todas las
novelas que han utilizado Londres como escenario, esta entre ellas, han sido
escritas por autores británicos, que orgullosos están de su capital y no es
para menos ya que es una ciudad literaria como pocas, que ofrecen una cantidad
de localizaciones espaciales y temporales muy jugosa para los dientes de los
escritores atrapados por las maravillas de la City londinense.
El argumento en un inicio puede
parecer muy sencillo, hasta soso, sin embargo a medida que avanza la novela,
sobre todo a partir del momento en que el protagonista recibe una carta que
será protagonista de sus desvelos, el lector se sumerge en intentar descifrar
la causa y motivación del hecho que a simple vista no tiene mucho sentido. Para
terminar en un final tan clarificador como perturbador, en el cual las piezas
encajan pero la figura que sale no es muy…. allá.
El libro físicamente no es muy
extenso, sin embargo la lectura no es tan ligera, sino que adquiere una
profundidad que hace ralentizar la lectura con el objetivo de captar todos y
cada uno de los detalles de la obra que tenemos entre manos. No es un libro de
playa, es un libro de sofá y tranquilidad. Que es como realmente se disfruta de
la lectura.
La recomendación es un hecho, un
libro ligero y denso al mismo tiempo, en el cual si te internas en él, no te
dejará indiferente preguntándote: ¿pero qué pasó ahí? ¿Cómo llegaron a eso? Y
hasta ahí puedo leer.
PD: La edición es muy buena, pero
por más que lo pienso no encuentro sentido a la portada, tendré que
preguntarles a la gente de Anagrama.
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