De profesión meteorólogo, Shimura lleva una vida solitaria y
metódica que transcurre con precisión milimétrica entre el trabajo y su casa,
un microcosmos de orden y pulcritud a las afueras de Nagasaki. Sólo el canto
ensordecedor de las chicharras es capaz de alterar una rutina tan previsible
hasta el día en que Shimura cree percibir pequeños cambios en la impoluta
organización de su hogar: un yogur que desaparece de la nevera, el zumo de
naranja que se evapora, la tetera fuera de su lugar habitual. No parece obra de
un ladrón, pues todos los objetos de valor siguen en su sitio. ¿Se trata, pues,
de una amante despechada, de un espíritu en busca de venganza, o incluso peor,
de una alucinación? Para dilucidarlo, Shimura instala una cámara en la cocina
y, perplejo, descubre la presencia de una mujer desconocida, una intrusa que
lleva un año viviendo en un armario de la casa.
Tenemos ante nosotros una novela
muy corta que se lee en dos sentadas, pero con un componente psicológico muy
importante que plantea de forma interesante.
Antes de iniciar el libro, la
primera impresión que tenía es que iba a leer algo con ciertos toques de
“terror” psicológico, algo que me hacía mucha gracia, ya que la idea de tener
una intrusa en la casa de uno es algo que me produce cierta intranquilidad. Sin
embargo al comenzar el libro descubrí que esas ideas previas eran producto de
la conjunción de las palabras, japonés-intrusa-soledad. Una alegría para mis
ojos.
La idea del libro es
original, y los giros que tiene resultan
muy interesantes y sorpresivos, ofreciendo una manera de pensar y de plantear
los hechos que posiblemente choquen con nuestra mentalidad, o no.
Un aspecto que me gusta de esta
novela, es que a pesar de su corta extensión, es que la historia evoluciona,
tanto desde el punto del argumento como en los personajes que ella aparecen otorgando al lector la posibilidad de avanzar
en esa misma dirección intentando comprender lo que ocurre, y poniendo frente a
frente su propia forma de pensar.
En ocasiones este tipo de
novelas, que podríamos definir como intimistas, dependiendo del momento que se
elija para su lectura pueden resultar un tanto oscuras u opacas para el lector,
en mi caso a coincidido que las lecturas precedentes fueron tremendamente reveladoras
al mismo tiempo que te inmiscuían en el relato, por lo que la lectura de la
intrusa me ha dejado un tanto frío.
No puedo decir que me haya
entusiasmado, sin embargo el tiempo invertido ha sido recompensado, no obstante
tengo una lista de libros por recomendar por delante de este, pero como libro
puente está bien. Ahora solo debemos escoger un momento propicio para su
lectura.
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