A uno del Grapo cuyas ilusiones son tan austeras que más que soñarse,
se padecen... le toca la Primitiva. Pero cuando aprieta en su puño el boleto
premiado con 200 millones de pesetas, 2. 12. 13. 14. 45. 49, constata que para
no haber creído jamás en la suerte, bastante mala la tiene. Ese 13 se lo
recuerda, mientras que el 45 lo lleva a pensar en
Hiroshima, y el 49, en el autobús con el que enfila cada día el taller fantasma
en el que cose etiquetas para polos que, como su vida, son una imitación.
Porque... No puede cobrar aunque tiene 90 días para hacerlo. En ese tiempo le
tocará otra Primitiva: conocerá a una periodista que, ironía extra, responde
por ese nombre. Ella, que buscaba al ganador desaparecido, encontrará a este
perdedor con el que comparte un alto déficit de cariño y una pasión casi
infantil, y por tanto genuinamente pura, por los trenes. ¿Pero entonces por qué
no cobra y coge uno con ella? Porque no tiene DNI. Y sin embargo existe y, por
todo eso, sufre.

Hace
ya algún tiempo encontré este libro por casualidad, la sinopsis del mismo me pareció
muy original y que podía dar mucho de sí, por lo que decidí ubicarlo en mi
lista de libros para leer, en la cual debo decir que ha permanecido mucho
tiempo esperando su turno. Se terminó la espera.
En
esta ocasión mis expectativas sobre el libro se han cumplido respecto a lo que
esperaba de esta obra, una lectura entretenida, ligera y al mismo tiempo muy
incisiva y crítica con ciertas características del sistema, desde una situación
de lo más rocambolesca.
El
ritmo del texto en general es bueno, sin embargo en ciertos compases de la
historia se ralentiza dando sensación que la historia de encalla, por suerte
estos momentos son puntuales y no entorpecen demasiado la visión general de la
obra.
Creo
que este es un buen libro para añadir una de mis reflexiones, en este caso
sobre la importancia de la originalidad en la literatura, aspecto que con el
paso de los años se ha podido comprobar que nunca ha andado escasa, de la cual
se han alimentado otras artes como el cine o el teatro. La originalidad en la literatura
la podemos encontrar de múltiples formas, todas ellas válidas. Podemos ver
ideas sorprendentes no solamente en presentar una situación absolutamente
disparatada como la obra que ahora nos ocupa o como otras que están surgiendo
en la actualidad, la originalidad también puede radicar en aspectos más comunes
y sutiles como nuevos puntos de vista, personajes hasta el momento no tratados
o localizaciones impensables hasta ese momento…
hay infinidad de posibilidades para ofrecer originalidad al lector, cosa
que personalmente agradezco. Debo añadir que en ocasiones la originalidad puede
no ser bien acogida por ciertos lectores que se niegan a modificar sus
estructuras mentales en lo que se refiere a la “perfección en la escritura”, y
cualquier texto que se aleje mínimamente de esas rígidas reglas es descartada
de pleno. Desde mi punto de vista en la literatura, como en el resto de
aspectos culturales o vitales, es básico tener una mente abierta, no para
aceptar todo lo que se proponga, sino para tomar decisiones meditadas y
asentadas para así, aumentar nuestra eficiencia y eficacia en las mismas.
En definitiva Los millones de
Santiago Lorenzo es un libro que deja leer, eso sí, tampoco se puede considerar
una obra de lectura obligatoria. Este libro me temo que con el tiempo iré
olvidando poco a poco su argumento, pero esto tampoco tiene porque significar
que sea malo, sino que no trasciende, o no ha trascendido en mi persona como
para dejar cierta huella.
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